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Enseñar a relacionarse

Mejorar las habilidades sociales. Enseñar a relacionarse

Las habilidades sociales en la etapa infantil son un conjunto de capacidades que permiten el desarrollo de un  repertorio de acciones y conductas que hacen que las personas se desenvuelvan eficazmente en lo social.  Estas habilidades son algo complejas ya que están formadas por un amplio abanico de ideas, sentimientos, creencias y valores que son fruto del aprendizaje y de la experiencia.

En estos meses de verano que se nos presentan, donde las rutinas son menos exigentes para todos, las familias podemos aprovechar para el desarrollo social de nuestros pequeños. En primer lugar son imprescindibles para la adaptación de los niños y niñas al entorno en el que se desarrollan sus vidas, y posteriormente estas habilidades les van a proporcionar las herramientas para desenvolverse como adultos en la esfera social, siendo la base clave para sobrevivir de manera sana.

Las competencias sociales se aprenden y desarrollan a lo largo del proceso de socialización, como resultado de la interacción con otras personas. Este desarrollo se produce fundamentalmente en la infancia, los primeros años de vida son fundamentales para el aprendizaje de estas habilidades. Se aprenden y desarrollan a través de los siguientes procesos:

Experiencia directa

Imitación

Refuerzos

  1. Adquirir un Lenguaje Social.

Una de las estrategias más eficaces para enseñar habilidades sociales en los niños es crear un “lenguaje social” desde etapas bien tempranas. Hablamos ante todo de un tipo de lenguaje comprensible, básico y efectivo.

Recordemos que esta edad es un momento decisivo en el crecimiento del pequeño. Ahora es cuando empieza a reclamar su temprana autonomía, a perfilar su carácter y a ser mucho más receptivo a todo lo que acontece a su alrededor. Este lenguaje social que favorecerá el desarrollo temprano de las habilidades sociales en los niños se basa en las siguientes dimensiones:

  • Aprender a practicar una escucha activa. No podemos hablar mientras la otra persona está diciendo algo, hay que respetar tiempos. Esto es algo que les cuesta, porque su auto-control todavía es muy limitado. Por otro lado, la mejor forma de enseñarles es con el ejemplo: si no les interrumpimos, aprenderán a no interrumpirnos.
  • Los pequeños deben aprender a mostrar gratitud, a saber cuándo y cómo disculparse y a incluir un (por favor) en sus demandas. Enseñémosles, ya sea por la vía implícita o por la vía explícita, la diferencia entre una petición y una exigencia.
  • El lenguaje social adecuado también incluye diferentes “sabidurías”: la de darnos refuerzos positivos, saber decir (gracias), saber tolerar, saber compartir, reconocer cuándo los demás hacen algo bien y cuando soy yo.

Enseñar a relacionarse

  1. Ayúdales a formar una imagen positiva de sí mismos.

Conseguir que desde pequeños nuestros niños aprendan a valorarse, a quererse y a proteger sus derechos e identidad es invertir en su calidad de vida y es poner alas a su potencial personal. Sin embargo, ¿cómo lograrlo? En ocasiones estamos tan inmersos en favorecer en ellos las competencias curriculares que descuidamos por completo lo más esencial: favorecer una imagen positiva de ellos mismos. Claves para favorecer una buena autoestima en los niños:

  • Sé su mejor modelo, sé su mejor referencia y una figura a imitar en el día a día.
  • Dedica tiempo de calidad a tus niños. No se trata solo de estar «presente», sino de que tu presencia sea nutritiva, favorecedora e inspiradora.
  • Ofréceles oportunidades. El pequeño que se siente competente construye día a día una correcta autoestima.
  • Evita a toda costa las etiquetas, no lo compares con otros niños ni con sus hermanos ni con ninguna otra persona. Ese niño es único, es valioso y es capaz de hacer cosas increíbles por sí mismo.
  • Valora siempre sus esfuerzos. Asimismo, antes de recurrir a la mera sanción o la crítica negativa, enséñales cuál es el modo correcto de hacer las cosas.
  1. La asertividad, clave de las relaciones sociales.

Enseñar a nuestros niños el arte de la asertividad debe ser una de nuestras mayores prioridades como padres. Esta dimensión se relaciona también con la autoestima, pero va un poco más allá. Es la habilidad de saber proteger y reclamar mis derechos, es entender que quien tengo en frente también merece el mismo respeto que yo. Es al fin y al cabo, el sustrato más saludable de nuestra sociabilidad y ese puente que nos permitiría caminar con confianza en todo escenario personal, escolar o laboral.

  • Apoya las iniciativas de los niños. Siempre que estas sean permisibles y seguras, es necesario que se sientan cómodos a la hora de involucrarse en nuevas actividades, en nuevos proyectos y nuevos sueños. Es muy saludable que nuestros niños se perciban a sí mismos como dignos y capaces de tener sus propias metas y objetivos. Asimismo, no importa si más tarde fracasan o se equivoquen, ese aprendizaje es clave para favorecer su asertividad.
  • Favorece que el niño aprenda a ser asertivo desde edades tempranas en diferentes escenarios. Permite que sea él, por ejemplo, él quien junto a ti haga esa compra en la tienda. Anímale a que vaya a jugar con esos niños que no conoce del parque, a que pida ayuda a su profe cuando no entiende algo…
  • Asimismo, siempre es útil que les demos ciertos “guiones” sobre cómo protestar o defenderse cuando algo no les parece justo. Una buena forma de lograrlo es favoreciendo el diálogo democrático y constante en el propio hogar, ahí donde todos tenemos derecho a hablar, a ser escuchados y a ser respetados.
  • Debemos enseñarles modelos de relaciones respetuosas, ahí donde la cooperación, el respeto, la empatía y la complicidad les ayudará a construir vínculos más positivos.
  • Asimismo, para saber convivir en armonía con sus iguales y el resto de personas, deben identificar y saber reaccionar frente a esos aspectos que deterioran la convivencia. Un ejemplo de ello es sin duda el lenguaje agresivo, el desprecio, la ofensa, la burla, hacer el vacío a los demás y criticar.
  • Por otro lado, como padres o educadores debemos apoyar también las amistades construidas por los niños. Debemos ser esa persona siempre cercana a la que pueden consultar cuando surge un problema, un conflicto, una duda, una preocupación relacionada con sus amigos.
  1. Aprendiendo a resolver los conflictos.

La vida no siempre es en línea recta, no es fácil, a veces duele y es tremendamente confusa. Algo que sin duda nos gustaría es poder retirar una a una toda dificultad, todo problema y posible conflicto que pueda aparecer en la vida de nuestros pequeños. No obstante, en caso de hacerlo no estaríamos educando a un niño para vivir en sociedad, estaríamos modelando a una persona para vivir en un entorno aséptico e irreal.

Puesto que en algún momento de sus vidas se verán frente a frente ante esas contradicciones tan habituales en el ser humano donde surge la semilla del conflicto, es necesario que les demos estrategias para que de ese desencuentro, surja siempre algo bueno para todas las partes. Estas serían algunas claves:

  • Ayúdale a que desarrolle una buena autoconfianza. Debe sentirse seguro a la hora de expresar, de actuar, de interaccionar …
  • Incentivemos una actitud de no-violencia. La agresión el grito o cualquier tipo de expresión que conlleve la violencia no soluciona nada. Al contrario, la incrementa.
  • Facilitémosle algunas pautas sencillas para que empiece a controlar sus emociones.
  • Asimismo, dimensiones como la asertividad, la tolerancia y una buena toma de decisiones son estrategias que el niño debe ir consolidando con el tiempo para sentirse más eficaz a la hora de resolver conflictos.
  • Por otro lado, aptitudes como el sentido del humor o la creatividad son herramientas muy efectivas para aplacar conflictos y llevarlos por salidas mucho más enriquecedoras.

Enseñar a relacionarse

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